Cercanías de la fuente afónica y del tiempo, color regaliz, que tañe su casa de cuerda en busca de un reposo. Recuerdo que existía una vida donde los cipreses se vestían de abanico. El amor pasajero con un equipaje de mano de billete inoportuno. Cabina al traste y un altavoz anunciante de parada. Yo quisiera escribir un poema de amor a este tránsito de vagones y lagarto, pero el cobijo de la noche ha cubierto mi palabra sin caricias. Mi amor, tren trenzado de azucena no ha llegado a su destino por mucho que la noche quiera cegar los ojos de pizarra, créeme, aunque vea pasar la ciudad de una consonante a otra. Creo en el amor venidero, porque la lluvia, sí, llegará para limpiar de noche este paso a nivel. Imagen de Akira Kusaka.