Desgracia
Este temblor que adolece.
Parkinson de la tierra
que agria se astilla devorando
a la persona.
Cuerpos caídos en la prensa combativa
de los edificios. Que arden de pena
ante la fragilidad
de todo aquello que no se puede anclar.
No podemos quedarnos
estáticos ante el paso del tiempo
que mueve enérgico
cada pilar de nuestras extremidades.
No, no se puede.
Donde la muerte se convierte
en un reality show de magia
y cuantifica la hipocresía de Pompeya.
Volcanes en desuso. Derrumbe
de la barriga planetaria.
Y tú qué harías si mañana
el árbol que otorga la sombra
como una mano divina
desplomado cayera en tu seno.
Y tu casa fuera un periódico.
Y tu sofá se hubiera desintegrado
tras el cristal de una televisión negra.
Qué harías?
Con el grifo manco.
Y un pan balístico lejos de la axila.
En una guerra apática.
En un montículo de escombros.
Me amarías. O volverías a lanzar la moneda
para recrear tu ansia
con el baile de un mono ceutí.
Sin un techo para la comadreja.
Sin una patria bajo la uralita.
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