Cerrar los ojos
Escuchas como el sonido de la persiana
cierra su abrigo a la noche;
su sonar es metálico,
de sierra a la humedad febril
para cerciorar que los sueños
no puedan abrirse paso entre los espíritus.
Nunca planeé una pandemia
que ha cosido los abrazos
en demoras. Ni la "colateralidad"
del indefenso
en una contienda
donde la crispación en un carro de niño
viaja pendiente
de los que se juegan el pan
en cada decreto.
No has percibido
que somos vulnerables
como pájaros en remojo cobalto,
como candados a las paredes de casas dameros.
Tiemblan los corazones
y los cuervos afilan sus batutas
para encomendarme de lo que nos protege
de aquello que ama con condiciones
y hurga trapecio en tu vida.
El amor que tanta cabida tiene en un sofá de dos plazas.
Para cambiar de canal
y huir hacia el edén.
Yo que creí que las guerras, eran cosas de libros
y ávidas se reinventan como las modas
para matar sin contusionar los edificios
con bombas mudas
y con soldados híbridos, desnudos de uniformes.
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