Puntos blancos sobre las paredes
Esta costra blanca protegiendo la herida.
No soy la única
que a esta hora de la noche, levita en un insomnio cáustico.
Lámparas de fincas cercanas
como ojos de insectos, guardan la vigilia.
El trance de los combatientes
para adolecer a todo aquello que despierto
muele semillas y revisa las gasas de la resistencia.
Mientras los ojos escuecen de pena,
el cielo parece un toldo oculto a la fe.
Demasiadas películas repetidas en la televisión.
Un helor de alambrada que recorre el halo
de los cerebros fluorescentes que no conceden la paz al somnoliento.
Busco la medida para la lluvia.
La estufa de electricidad
que mate los gérmenes.
Bichos palabras que rondan
a los espectros de cicuta
y que obligan a escribir o a mirar por la ventana
a los otros que tampoco concilian
la celda y el castigo.
Esta vida de miedos átonos.
De coche lápiz vistiendo calles.
De gente, que como yo, recoge su frío
e intenta mover la ola al mar
antes que gallo cante borracho de luz.
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