Deriva
"Sin palabras, sin dioses, Ítaca es sólo el mar. Paca Aguirre".
No existe algo tan efímero que abrir y cerrar
la luz
del baño. Una milésima
de tos, un movimiento de semilla.
El ardor de un estómago.
Un faro de coche bajo la nevada.
Una torcedura de viento. El soplo, la última respiración de los dioses.
Porque ser hija de ellos, en cierto modo,
el aurea estigmatiza
a una existencia de un viaje
a merced
como un trozo de papel prendido sobre el hielo, el agua de charco, la luz
que par pa dea
en un aseo de alicatado blanquecino.
Qué gran sentido toma la muerte,
la marcha sin preaviso como una mácula roja,
de un jilguero que guardó en sus cofres
la palabra que jamás ninguna máquina
descifrará con su centuria.
Duele la mesa del mercado, verde de criterio impropio.
La muerte de un poeta debería ser luto internacional,
nadie como él conoce la espada del mundo,
las noches de insomnio en las salas de urgencia,
la orfandad de los dioses,
como un interruptor que acciona y apaga la bombilla
de un spa o de las termas.
Un insecto contra los cristales.
Un niño en la sala de quimioterapia.
Un sol en la noche.
La pérdida de una gran poeta: Guadalupe Grande Aguirre.
D.E.P.
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