Superación instintiva
Me gusta jugar al corro de los "tuberculos",
pero no ser la pelota.
Anudar la vista como un enquistado pelo
hacia las cosas banales y obtusas.
Cuántas veces han intentado que te quedes en la esquina
y encajes el golpe vocal como una lanza,
para que te volvieras un sigilo
de espermatozoide para el hedor de las ratas.
Tiemblas en tu hiel, porque creciste
en el cuadrilátero de los que te juzgaban
por la marca de tus zapatillas de deporte.
Pero cierras los puños y con la boca charco
de la sangre de los caídos,
escupes poemas a tus enemigos disfrazados de liras.
Este amasijo de gladiadora
conoce la intemperie de las actitudes,
porque ha escalado sus montes,
el olor de ambientador de armario
y la ligereza de los que superiores se sienten
en la selva de cuatro perros.
Soy lo que ves, esta mujer de "cansamiento", cerámica
y arpillera, que cruje a la noche
las emboscadas.
Una trabajadora de la palabra que cose y canta
igual que una obrera en una fábrica de hormigas.
Para que humillen, un batallón no basta.
Y rota me levanto con los guantes
atados de monosílabos
para ser la comba, el ate, el desfibrilador
de todos aquellos que sólo creen en la caspa
amorfa de los que salen
con los brazos
como árboles serrados contra el viento.
pero no ser la pelota.
Anudar la vista como un enquistado pelo
hacia las cosas banales y obtusas.
Cuántas veces han intentado que te quedes en la esquina
y encajes el golpe vocal como una lanza,
para que te volvieras un sigilo
de espermatozoide para el hedor de las ratas.
Tiemblas en tu hiel, porque creciste
en el cuadrilátero de los que te juzgaban
por la marca de tus zapatillas de deporte.
Pero cierras los puños y con la boca charco
de la sangre de los caídos,
escupes poemas a tus enemigos disfrazados de liras.
Este amasijo de gladiadora
conoce la intemperie de las actitudes,
porque ha escalado sus montes,
el olor de ambientador de armario
y la ligereza de los que superiores se sienten
en la selva de cuatro perros.
Soy lo que ves, esta mujer de "cansamiento", cerámica
y arpillera, que cruje a la noche
las emboscadas.
Una trabajadora de la palabra que cose y canta
igual que una obrera en una fábrica de hormigas.
Para que humillen, un batallón no basta.
Y rota me levanto con los guantes
atados de monosílabos
para ser la comba, el ate, el desfibrilador
de todos aquellos que sólo creen en la caspa
amorfa de los que salen
con los brazos
como árboles serrados contra el viento.
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