La petarda de las medias

Hay rías sin afluente
que a medias no tienen semana
y viven del cuento de las divagaciones
que aparecen en el instante en que un frito
deja de salpicar. La verdad no me molesta
que la Princesa Leía
esté arañando el móvil los festivos
y temporadas varias.
Parece que el traje ya no vuela.
Y prefirió a un notario
con plaza fija que a un lobo ambulancia.
Nada sucede por casualidad...
ni las muecas ni los primates gibraltareños.
La molestia gástrica
que supone en mis sobremesas.
Pero no la culpo
el membrillo dulce de su lengua
más vale que una portería en Madrid.
Y hay quién ante el vacío de su nevera
llama al Telepizza
y dibuja corazones con sarampión,
admirada Leía porque ya sabes que
en casa del herrero
vivo a ras del inocente monigote
que escribe rimas de palo.
Feliz año a los recuerdos
que ni con disolvente se van.
Nave lila, roscas en el pelo
y un millón de constelaciones.

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