Defecto óptico

La nieve resulta golosa a los ojos
que de su punto crea camino.
Pero, su ternura,
para los patinadores sin experiencia,
desemboca en un trago
de contusión ósea.
En el espejismo de infestar
todos los escaparates, un microondas
para el consumismo cíclico de masas
de pan fletos en manos,
de pajes arrastrando carritos de compra
y cartas escritas con la tipografía
de monopolios y duendes.
En los libros hay una respiración
oculta bajo sus hojas
como un sol que nace dentro de nosotros
porque ese gesto nos libera del colmillo
que desgarra el bélico gen
engendrado en tundras de colas y púas.
No puedo hacer nada ante esta
nieve que cae letra a letra
borrando al pájaro del árbol,
anocheciendo el recuerdo a su paso.
La necesidad de hidratar
el cuerpo leyendo. Como un bosque en Oslo
y los telediarios, y las muñecas,
y las colonias, y los cantantes de saldo.
Con los repartidores de ofertas.
La nieve con sus balas.
Los libros dispuestos a ser amados.
Entre la vista
de un sueño miope.
En la ciudad del domo de nieve.

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