Somnolencia

Existen noches de paredes de gotelé
de paseos funerarios
con la saga de los sonámbulos.
Donde un sueño
abre los grifos e inunda tu cama,
la voz que te pesa,
la cuerda que soga o sostén
te balancea acróbata como un anzuelo del destino.
Un sueño, de cartones de leche,
de valeriana y de olas de tela.
Que crees en él obcecada
aunque los ojos en llamas ardan
de espalda libro
de lloro en un lavabo en una estación de fueloil.
Aunque los puentes estén rotos,
y el coche haya sido saqueado por los maleantes.
Un sueño de espora alacrán,
de agua en envase reciclado, de pausas frente a la ventana
mientras los niños corren hacia Mercadona a comprar golosinas.
Con los brazos de estuario
y el corazón poeta,
donde tú eres lo que debes
igual que la flor que nace
del vestido más bonito del mundo.
A pesar de la lepra.
De los dedos que te señalan,
de los premios fallidos.
En madrugadas de trajes leves
y polillas en rincones de habitación.
Sí, tengo un sueño.
Que recorre con su sangre cada letra.
Y el viento viaja conmigo.
El sueño de los dos.

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