Verte bailar en silencio
Entre la vértebra número siete y la ocho.
Existe un burdel
de palabras. Juntas en un espacio
tan pequeño
que sólo cabe un ratón o dos.
Un gato o tres.
Un perro o cuatro.
Granja dorsal, apeadero de almas
que viven en casa de acogida.
Por eso ando coja
cuando ladran o maúllan.
Y no ando ni coja, postrada como un mantel en una camilla cuando los roedores
hurgan dentro de la herida hermana.
Caben tantas cosas en un pinzamiento.
Comprimidas
a punto de levar anclas e izar velas.
Que encima, llevar la cuerda
que te ata al árbol, duele
como gotas de aceite en los ojos.
Esconder la pena,
aprisionarla en el primer hueco
disponible sin moho te inutiliza.
Será hora de abrir la ventana,
y ver el sol, y soltar los animales
del cautiverio.
Vivir con una verdad muda
igual que una niña miedosa
encerrada entre las vértebras siete y ocho.
Existe un burdel
de palabras. Juntas en un espacio
tan pequeño
que sólo cabe un ratón o dos.
Un gato o tres.
Un perro o cuatro.
Granja dorsal, apeadero de almas
que viven en casa de acogida.
Por eso ando coja
cuando ladran o maúllan.
Y no ando ni coja, postrada como un mantel en una camilla cuando los roedores
hurgan dentro de la herida hermana.
Caben tantas cosas en un pinzamiento.
Comprimidas
a punto de levar anclas e izar velas.
Que encima, llevar la cuerda
que te ata al árbol, duele
como gotas de aceite en los ojos.
Esconder la pena,
aprisionarla en el primer hueco
disponible sin moho te inutiliza.
Será hora de abrir la ventana,
y ver el sol, y soltar los animales
del cautiverio.
Vivir con una verdad muda
igual que una niña miedosa
encerrada entre las vértebras siete y ocho.
Comentarios
Publicar un comentario