Rayos X

Las ventanas en esta vivienda
no tienen cortinas.
Cualquier intruso
puede observar lo que en
mi mundo perdido existe.
Y no importa ni amedrenta.
Ser vista a contraluz
como un maniquí que se mueve robótico.
Ellos, con sus miradas. Sus retinas
fluorescentes, el iris telescopio.
Desconocen que puedo ver
a través de las paredes.
Oigo latir sus corazones.
El bombeo de su hebilla.
La cerradura o el eco sin lenguaje.
Me quedo impertérrita
como una columna adornando al marco.
Una estrella de urbe, sentada a la vera
del lisiado, de las ollas burbujeantes.
Desde mi sofá, expuesta
a la radiactividad de los flashes
con corsé del decir maltrecho
antes que del callar crisol.
En este ángulo, sintiendo los topos
para no ver la vergüenza ajena
del exilio. Descubro el edén
en la pornografía de lo que el mostrar
sabotea. Porque dentro paseo
junto a las arañas de siete patas.
Y un estanque.
Créeme, te estoy sintiendo.
Te estoy viendo.

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