El adiós y sigo mi camino en otras tierras del norte.

Estimado navegante,
usted, dijo que en la tesitura
de mis marchas tejería en mi ausencia
colchas de colores.

Tal vez hemos querido vivir dentro de un lunes
en ambos casos precipitación oportuna
de hablar del viernes
sin haber mediado entre ellos
el tiempo necesario.

Temeridad el anticipar un futuro,
cuando desconocemos que vamos a cenar
en el mismo día de presente.

Reconozco que he sido como una mercenaria
no dando opción alguna en la anatomía cerebral,
consciente de que esas palabras iban a ser una explosión metálica,
directa, anotando a su cabeza con un bazuca
disipado a bocajarro en manchas golondrinas
sobre la colcha, las paredes, el esbozo
e iba a ser otro dibujo infantil
entre mis dedos de ángel exter-mina-dor.

(Huya, huya, huya, huya, huya, huya, huya, huya)

Existe un estigma de la ortiga entre los pliegues del cuerpo,
borre mi nombre,
y huya de lo que soy.

Un gramo de cocaína
colocado sobre la punta de su nariz
que desesperado
querrá atrapar con su lengua.

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