La sombra del pájaro herido

Cuando veo al Señor Julio,

el verano se instala en los cristales de nieve.

Es un buen amigo, tertuliano y poeta.

Y su inmensidad elocuente

ostenta el cargo arbóreo.

Me acerco, cual pájaro herido,

y acompaso mis versos a su sombrero 

de copa gigante de conífera.

Entonces, en mi diáspora

no me siento extraña.

Su presencia familiar

calma mis ánimos cardiólogos

y me hace compañía

durante el instante de unas gotas de agua.

Erudito y buen pensador 

tirotea como teje velas.

Este poema de cartón de leche 

y dulces con gas.

Representa mi homenaje

a su implacable ternura de dédalo.

Guía espiritual de mis comentarios de Google.

Soneto inconcluso.

Amistad.

Y sobre todo el respeto de azucenas y racimos.

Gracias, querido Julio, emperador y operario.

Gracias.






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