Génesis
El primer poema de octubre
debe ser comedido, un poco truhán y a la vez angelical.
El paso hacia días cojos
y cielos con gafas oscuras.
Para mí, es el comienzo
de muchos capítulos con finales felices
donde la voz se mezcla con cócteles
en terrazas que se resisten a perder el amor
o la idiosincrasia de un verano eterno.
Me gusta el ruido.
Comer con las manos.
Las camisetas de algodón
y andar sin zapatos sobre baldosas de manufactura.
Y estos detalles, a los que alaban este mes
les produce urticaria y dentera.
A los que quieren controlar sin presencia.
Las mismas sombras
que critican mientras dan de beber al enfermo.
Los y las fechas. Los abrigos en día de sol.
Y la aritmética de la Navidad.
Cómo el descongelamiento de Papa Noel en la nevera.
La casa se petrifica.
La calle se desnuda.
Y yo sigo poema arriba, poema abajo
observando la danza de las urracas.
Mientras arañas con hache
trepan por mis pies dormidos.
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