La tirita
La herida se cubre con su sábana.
Costra grapa abrupta imperdible,
la corchea, el botón.
Un broche que cierra piel
la boca que un mal ha creado
como si poner las manos
fueran suficiente para cerrar el abismo.
Un agujero en un barco
en medio de una tormenta,
abertura irregular, poro aborto,
mordida, agujero espacial.
No hurgues, no arranques el apósito
que contiene el pantano.
No sigas con la hendidura
que en salmuera cicatrizante
no es un estómago vacío.
No basta con comer pan.
Ni cerrar los ojos para no observar
la yaga que constantemente
vuelve a resplandecer
del rojo que nada significa.
Personas tiritas.
Qué gran invento lingüista
para contener una manada emocional
de elefantes.
Estoy tranquila.
Viendo cómo degeneran
sobre el vértice de todas las formas
en que este corazón ha sobrevivido.
Puedo suturar.
Y hacer castillos de playa.
Qué imagen más recurrente.
Esperar a que la ola los absorba.
Sin mover un ápice
hasta que esta puñalada
se convierta en una huella.
Y renazca como la maldita tundra.
Radiador, bengala y afrodita.
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