Resin-a-cciones
“Estás triste, es cierto, pero tú no eres tristeza, tú eres alegría y serenidad y paz. No mires sólo un aspecto de ti misma, un accidente de tu propia substancia; tú eres todas las cosas juntas, y el mar y las estrellas y las rosas se anuncian en ti. No mires tu miseria, no te complazcas en ella; hazla a un lado, apártala, y cultiva lo que todos tenemos en divinidad adentro.”
Jaime Sabines.
El olor inconfundible del Avecrem se cuela por la ventana, mientras escucho,
la danza que emite la lavadora con un bolero
de sus correrías. Hace tiempo que te largaste.
Tan largo como un teorema
sin resolver; pusiste la pajarería
en venta, con todas tus eyaculaciones,
con tus sagrarios,
las motas y los motes
de los incautos que creyeron
poder meter al cosmos en un bote
de aceitunas.
El Avecrem en forma de neblina
levita con mis divagaciones,
y el programa de lavado
ha cambiado el ritmo.
Sé que eres feliz. Que ganaste un premio
al tedio, y que te han nacido
botones en la azotea de tu cabeza.
Porque no hablas.
Mudo espías.
Y nunca en-tablas con tu pasado
una triste palabra de cuerdas.
Y me alegro, como el vaivén
de la lavadora, y lo que diablos sabrá
que cocina la del piso adyacente.
Porque tú no hablas.
Y sólo lo hacías
cuando te iban mal las apuestas del juego,
y te aburrías entre saltamontes.
Tufo de sopa de sobre.
Fin del ciclo de lavado.
Jaime Sabines.
El olor inconfundible del Avecrem se cuela por la ventana, mientras escucho,
la danza que emite la lavadora con un bolero
de sus correrías. Hace tiempo que te largaste.
Tan largo como un teorema
sin resolver; pusiste la pajarería
en venta, con todas tus eyaculaciones,
con tus sagrarios,
las motas y los motes
de los incautos que creyeron
poder meter al cosmos en un bote
de aceitunas.
El Avecrem en forma de neblina
levita con mis divagaciones,
y el programa de lavado
ha cambiado el ritmo.
Sé que eres feliz. Que ganaste un premio
al tedio, y que te han nacido
botones en la azotea de tu cabeza.
Porque no hablas.
Mudo espías.
Y nunca en-tablas con tu pasado
una triste palabra de cuerdas.
Y me alegro, como el vaivén
de la lavadora, y lo que diablos sabrá
que cocina la del piso adyacente.
Porque tú no hablas.
Y sólo lo hacías
cuando te iban mal las apuestas del juego,
y te aburrías entre saltamontes.
Tufo de sopa de sobre.
Fin del ciclo de lavado.
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