La secretaria de la oficina 451,

Es lícito preguntarse cómo la oficinista sobre un cúmulo,
se siente, con su posición estable
de aguja vertical clavada en la mano

Desde el rascacielos desafía al horizonte
y apura su barra de labios
bebiendo café de máquina.

Sabes que ella se descalzaría riada a romper sus guijarros
contra los escaparates.

Que en esta postura cómoda
ni las sillas giratorias pueden desacelerar el mareo
que produce la memoria estrábica
del incendio de dos cuerpos
en el sótano aparcado
de coches sin ruedas.

Todo parece tan bonito a través de las fotos.
Los amigos se mueren.
Las máquinas de escribir sólo deletrean palabras beatificadas
y no osan a usar los tacos
que picantes suben como hormigas
por sus medias.

La cigüeña paralítica,
colocada donde la ponencia deseaba,
cerca de los enchufes sin música.

Y vivir sin música para la mudez secretaria
en un edifico de cristal
a punto de romperse.

Vivir sin música

corresponde 

a los que nunca nacieron.





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