Gillete de Venus.
Cómo explicarte mientras rasuro mis piernas,
el hueco de mis ingles, el pubis,
y elimino esta maleza crecida
mientras el agua se lleva a rastras
la comidilla de pelos irregulares
y una baba blanca de jabón de coco.
Que un día tomando café sola
mirando a una pareja que entre arrumacos
profanaban la mirada
de los que siempre andamos
en la cuerda floja.
Que no iba a morir contigo,
que la tierra me empuja
hacia otro hemisferio
igual que el humo infecto
del rastrojo en primavera.
Tú, que eres el camino naciente
de cada pasada de esta gillete
azul y de doble hoja
que intenta exterminar
el pétalo epitelial de tu cuerpo unido al mío.
Nunca sabré la cobardía,
el amplificador
de órganos expuestos
a los cuervos, sin corazón,
de que no amabas pero los ojos, tu sexo,
aquella mirada tropezando con la mía
cuando tú te creías que no te observaba;
escribía poemas
que acababan en el inodoro
de una mema de salón de belleza
que lo hubiese abandonado todo por ti.
Mi manos que han abrigado tus pies.
Mi lengua que sació tu boca.
Mis oídos que han escuchado el trueno
naciente de tu tórax.
Mis horas, y pasos lineales a la guillotina.
Y la verdad
única e intangible
de un ventilador de techo
ventaja deshechable
del usar y tirar.
el hueco de mis ingles, el pubis,
y elimino esta maleza crecida
mientras el agua se lleva a rastras
la comidilla de pelos irregulares
y una baba blanca de jabón de coco.
Que un día tomando café sola
mirando a una pareja que entre arrumacos
profanaban la mirada
de los que siempre andamos
en la cuerda floja.
Que no iba a morir contigo,
que la tierra me empuja
hacia otro hemisferio
igual que el humo infecto
del rastrojo en primavera.
Tú, que eres el camino naciente
de cada pasada de esta gillete
azul y de doble hoja
que intenta exterminar
el pétalo epitelial de tu cuerpo unido al mío.
Nunca sabré la cobardía,
el amplificador
de órganos expuestos
a los cuervos, sin corazón,
de que no amabas pero los ojos, tu sexo,
aquella mirada tropezando con la mía
cuando tú te creías que no te observaba;
escribía poemas
que acababan en el inodoro
de una mema de salón de belleza
que lo hubiese abandonado todo por ti.
Mi manos que han abrigado tus pies.
Mi lengua que sació tu boca.
Mis oídos que han escuchado el trueno
naciente de tu tórax.
Mis horas, y pasos lineales a la guillotina.
Y la verdad
única e intangible
de un ventilador de techo
ventaja deshechable
del usar y tirar.
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