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Carámbanos

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"Cuando la palabra anida oruga, sobre la tierra de los geranios, el silencio la achica como un pétalo". Busco, Madre, la razón  de que la mar sea un monte entre el relámpago y la luz. Fuego de copas -un helicóptero cruza la Nacional 340- con la asfixia pulmonar que el expolio guarece  en la niebla de los árboles. De este amor, que sostienes  con los verbos, en platos y palillos, de piernas ortopédicas, de poemas en salmuera  y, a sorbos, el gazpacho. El verano detenido en un semáforo y la pena acalorada  en un i nsecto  sobre la frut a.

Home

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Estás en casa,  la casa que acoge tu sombra, la que te recuerda la paz  que existe entre el menaje  y una taza de café con hielo. La casa, que construyes trashumante,  que devora la luz inequívoca con la pupila negra. El clima contraste de un corsario que rescata las aguas del ensordecedor estallido  del malecón. La casa que se mira al espejo, la que te abraza con el frío, la que te ha concedido la tregua  de una bahía entre carreteras. Casa venosa, de fotos naranjas  en portarretratos de óxido. La casa iluminada de mi vigilia. La raíz que protege la poesía. La que tiene un lecho  de pan y flores. Casa de mi vida. Como en casa, ningún sitio. Naciste pirata, y tú lo sabes.

Te quiero como amigo.

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1 Cuando la paz sobrevuela en la forma de un pájaro,  y te roza levemente la sien: la calma, que crece con la marea insonora, se habilita en una somnolencia de agosto. 2 Nosotros que nos amamos  con el decanato de la amistad. 3 No existen, ni siquiera, las brasas en nuestras exequias. El testimonio del cariño  de compartir mantel, senderos y asfalto. 4 Deseo que encuentres un ruiseñor, un ser de madera y plumajes,  un hogar donde el mar cubra  la determinación del ruido. Y que tu hermoso cuerpo cierre los ojos  para que dormites, sin píldoras farmacéuticas, para soñar con el coraje preciso  de los pelícanos que nos saluden con canciones de arrullo. Esta serenidad de violín perfecto, de pitiminí, de sol astronomía  en la faz de tus manos. Que encontremos el amor  de vías incisas, y podamos reír un día  de la verdad de este vínculo, como un grano de uva  que ruede por mi espalda.

Bitácora de Oporto

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Oporto, esta urbe híbrida entre la decadencia y el progreso, que luce superficies cerámicas como manteles que arropan el eco de las fachadas que, en un ayer, mantuvieron el calor de los hogares. He de reconocer que el transhumanismo embriaga a la intensidad de mi áurea. El recorrido de ciudades, aligera de pedruscos a esta ánima errante y desfallecida. Un día, yo me cansé de esperar el acompañamiento de esta incesante furia por visitar cauces, piedras y porcelanas. Porque, quizás, quien se suponía que representaba a mi copiloto, era más que un espejismo que jamás dispuso, para mi corazón alborotado, ni ganas ni tiempo. Aquí, en la línea recta, contraria a Valencia, musito tras el crepúsculo portugués, estas ansias de descubrir, de amar y de crear. Sigo pensando en ti, en este laberinto neuronal que aprisiona, como aquel lucero que se divisa entre las barcas tempestuosas. Un río boquiabierto, Duero, que remolón salpica a las embarcaciones mientras los teleféricos-guindas- cruzan el mapa...

Litúrgica

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Cada mañana, al cruzar la ciudad hacia el Apeadero de Betxí, una explora una fauna matutina muy especial. La carretera, ahora, está más despejada, y los patinetes eléctricos campean con la anarquía de una descarga entre márgenes y contextos. Es habitual topar con trabajadores en el quicio de los caminos, aguardando el coche de turno que los recoge, directo a las fábricas. Y en esta rutina diaria —donde las casualidades no existen—, me fijo en el precio de la gasolina que parpadea en la estación de servicio, con nombre de supermercado. Ya no deslumbra el sol, que ha iniciado su retirada en pequeños minutos hacia el tiempo. La radio es mi fiel compañera y, a veces, me enfado cuando viene el listo apretando el acelerador, ajeno a lo que desconoce: mi liturgia laboral, donde indago en lo que, exactamente para mí, significa poesía. La arruga en la piel de los jornaleros, las urracas, las obras faraónicas del tren, el verdor del río Millars, la gente que iza sus brazos al estandarte de la vi...

Bitácora personal El tiralíneas de plomo

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  https://irredimibles.com/bitacora-de-el-tiralineas-de-plomo/ Muchísimas gracias, Irredimibles, por recoger mis impresiones y compartir una serie de poemas que forman parte del libro "El tiralíneas de plomo".

Melancolía melanina melamina

El verano, la extraña sismología, que lacera y contiene los recuerdos  de las tardes de costas con el astro decapitado. Los ficheros informáticos  de la celeridad estival: en tajos de sandía, picaduras de mosquitos  y la efervescencia de la Cocacola  rompiendo el hielo. Mi mirada que se asoma al sopor  de ese transcurso de meses, de abuelos convertidos en arena,  de conchas en las manos  y de tiritas, en los pies, al estrenar sandalias en las noches de verbena. El temblor corporal ante el enamoramiento. La emoción materna de la bahía  al abrazar el séquito leal de mis raíces. Colinas, chiringuitos, aftersun. Poesía estival del aroma de yodo que florece con la embriaguez de las estaciones. Añoro la vida, el reguero de agua que fluye, la estrella fugaz de agosto con la imposibilidad de una solicitud  a los arcanos, por muchas lágrimas vertidas,  de San Lorenzo.