Tus ojos de almendras y ambrosía
Tus ojos, enhebra de hilos,
que observan desde la multitud de las aves.
Esta mirada que arrastra
hacia un pozo, ciego de melancolía,
que yo no puedo, que yo no quiero evitar
en su magnetismo. Sensación
de la sedienta liquidez
que precede a la ceremonia
de una polea de arrastre.
Me cubriré las manos
para el ocultamiento de mi boca
en el debacle de un susurro
que estira hacia un destino.
Entrar en una ruta a través de sus ojos,
para repudio de tu propia piel de escama.
Yo no quisiera sentir esta órbita
que embiste contra la atmósfera
y convierte, en un choque de meteoros,
las estrellas que habitan en mi casa.
Pido perdón por la aguja que agita
esta marea que empuja las norias
de una existencia de alfileres.
Una no manda en el corazón
y prefiere la lentitud de la sílaba
que amanece
cada día tras la montaña.
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