Equinoccio


Sé que las apariencias engañan,


que la vorágine espacial 

da rodeos donde las palabras 

no abrigan al contexto.


Afuera, llueve sobre mojado;

en otros lares, nieva la láctea y acuosa.


Y te prometo que, en este castigo 

de calamidades, 

mi pecho florece cicutas de pana y damasco 

para honrar cada vivencia 

que tú y yo hemos teñido 

de incertidumbre.


El mar vigoroso 

me reclama, y desconozco 

si este inapropiado vergel de isla 

tiene la misma cárcel 

que mi pecho, que late encadenado.


Yo no quiero ser víctima 

de un Olimpo de barrio y callejuelas,

ni añorar cada verso que escribe 

mi melancolía.


Tal vez no sea el momento 

y todo parece una funesta broma 

del destino. Que ya sabemos

que las amistades son peligrosas 

y que yo duermo y sueño 

con tu nombre en mis labios.


Sé que las apariencias engañan 

y que nada es propicio

para el deshielo en un oda decembrina,


pero lo que yo pensé 

que era una casualidad 

se ha convertido en un veneno redentor 

de mi alma cosida a la tuya.


Aunque reneguemos.

Aunque mintamos.


Yo te prometo que soy solo tuya

y que no espero nada a cambio.



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