Color
Yo veo en sus ojos
la lengua viperina
de sus corazones,
la cadena que arrastran para coronar
mi cuello.
Yo tolero sus agravios
con tonos de sal y pimienta,
gas mostaza que enturbia
la retina ajada de los cismas.
Yo afirmo que soy una constelación descarriada,
que en la sombra del almendro
un hueco de tierra
abre su boca al olvido.
Yo pido perdón por mis guerras,
por mi paz garabato,
por mi trémula vocal
cuando la tartamudez cría del miedo
un recordatorio.
Yo soy lo que soy, escualo humano,
de libros de biblioteca,
de cozes con filos nauseabundos
y una piel que hace gala
de la memoria, y resucita el golpe.
Yo no espero que me entiendan
ni acepto el desprecio hacia mis hijos,
me vuelvo tarántula
y soy capaz de devorar a Júpiter.
Mis hijos de carne y de papel.
Mi espalda acuchillada por el escarnio,
por las metas, por la hipocresía monárquica.
Yo estoy cansada como un pájaro
al final de un triángulo migratorio,
porque uno es muy bonito y poético,
pero vivir con un aviario
de canarios, cuervos y capaces.
Cansa, querido amigo, mucho.
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