Nacer con el bus
Esta Navidad la niebla
ha acudido como una parca "incensaria".
Con su reguero de espuelas
arrastrando a los que del arte hacían una vida.
Grandes y pequeños.
Por igual, la moneda que cae en un pozo.
Y un enjambre "desparásito".
Se arremolina de sonorización.
Quisiera que este café sea un lago
en el recuerdo.
Y que tus manos sean los nudos
de todas aquellas naos
que silientes
traen consigo el sueño de un niño.
De aquel primer beso.
O de esa tarde decembrina
donde susurré al oído
que mi boca guarecía tu nombre en un "te quiero".
Ordenador de cada acento
con su extrañeza
para que descarriado
enebro taciturno la nube palmera.
Si existiera un desfibrilador
para la resurrección del alma.
Y llenar de golondrinas chinchetas
cada tabla que sustenta esta casa sin portal.
Créeme que el diablo
se jugaría mi verdad a los bolos.
Por volver a ver el brillo
de la esperanza
tras la ropa de un tendedero.
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