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Mostrando entradas de julio, 2021

Burdeos

Dicen que el viernes es el mejor día de la semana. Los crisantemos florecen y los mosquitos borrachos de rojo  descansan bajo la farola. Hay que inventarse una jornada propicia para cerrar pactos y realizar escrutinios. Arremangarse las vestimentas y traficar con el cuerpo el ansia oscura de la experiencia. El amor con cara de viernes, es la antesala de cualquier film francés e invita a descorchar una botella de vino. Observar la pupila con el certero ojo del cazador  mientras el sorbo a tientas  seduce al reloj un festejo. Luego los otros se trastean y preguntan porque en viernes se comenten todas las locuras. Esas que nos hacen humanos y nos desprenden de la zona de confort. Amar, con el riesgo de las ánades antes de emprender el viaje. Por instinto y sin esperar nada a cambio.

Banalidad

Se echa de menos el claqué de las máquinas de escribir. El pringe de la arena. Los coches de choque. A Bolaño y un mundo sin visillos. La noche se adentra con la sonatina de un motor diésel y la gente, que se pliega como un abanico  hacia sus casas. Tal vez huya de un sopor  que ha hecho la existencia semejante  a un truco de magia. Recuerdo mis primeros folios atrapados en una fragante Olivetti, emitiendo la música  de una procesión de Pascua. Los pies en la playa con un cuerpo de niña orilla observando como el sol jugaba  en una inmensa bolera Los libros que se perdieron en apuestas de póker.  La nostalgia de lo que se aprecia cuando ya no ejerce su contenido. Sigue la calle adornada de sonoridad, de caravanas de metal con el retorno a una tele de plasma. La gente está cansada aunque sonría al reflejo del microondas. Se echa de menos y sin embargo con un dedal podemos achicar el agua ahora que escribo sobre una lámpara y quizás una niña orilla nade sus pi...

Paul y Liz

Este instante no es una película ni representas el actor de mechas californianas ni soy yo, la partenaire que esconde la tripa cada vez que sonríe. Vivimos una realidad acérrima con colisiones sin extras. El cuerpo entre los hierros de ese coche  no es un maniquí coreano, es un corazón con cabeza y piernas que llora rojo el último informe de la deflagración En el curso de la vida (por lo del río al mar) donde cada recuerdo se asemeja a una rebanada de pan Bimbo, caduco del desvanecimiento del abrazo  que creí real y que ya no existe. Patas de gallo decorando la decepción visual de un mundo que no forma parte de tu mundo. Estamos en episodios distintos. Con extras que golpean para lograr el primer puesto. Ojalá pudiera interpretar  la herida. Pero lloro poemas como una máquina tragaperras que exige un céntimo. Fui auténtica en cada desempeño. El lirio enfrascado. Ese pez que agoniza en el parador no es truco, es mi voz.

Usar y tirar

Amar a quién no sabe demorarse frente al abismo. A quién no tiene el criterio  de cuidarse frente al lobo progreso. Acaso merece la detención del alma para sanar las heridas  que uno mismo se provoca. Aguardar noches enteras delante de un portal cosido con la luz que cortocircuito electrocuta. Asqueada de poner el cuerpo en actitud de rampa  para que la miseria del que te usa vaya erosionando pequeñas vocales de aullido. Flores de papel bajo el foco rotundo de un burguer. Los móviles sin batería no funcionan. Ni las linternas encienden la ruta de un baño a una cama anodina. Todo necesita un quiebro, una incandescencia. La poesía que no se puede leer a oscuras. Pero, se siente igual que niños que salen de la piscina felices. No, no corresponde tanto amor  al egoísmo del que tapia  la caricia, el beso y la verdad. Soy esa estrella de rótulo de hiper. Y tengo aún cinco vidas.

La tirita

La herida se cubre con su sábana. Costra grapa abrupta imperdible,  la corchea, el botón. Un broche que cierra piel la boca que un mal ha creado como si poner las manos fueran suficiente para cerrar el abismo. Un agujero en un barco en medio de una tormenta, abertura irregular, poro aborto, mordida, agujero espacial. No hurgues, no arranques el apósito que contiene el pantano. No sigas con la hendidura que en salmuera cicatrizante no es un estómago vacío. No basta con comer pan. Ni cerrar los ojos para no observar la yaga que constantemente  vuelve a resplandecer del rojo que nada significa. Personas tiritas. Qué gran invento lingüista para contener una manada emocional de elefantes. Estoy tranquila. Viendo cómo degeneran sobre el vértice de todas las formas en que este corazón ha sobrevivido. Puedo suturar. Y hacer castillos de playa. Qué imagen más recurrente. Esperar a que la ola los absorba. Sin mover un ápice hasta que esta puñalada se convierta en una huella. Y renazca c...

Social

Este racimo que pía el acicalado pálpito de una renuncia. En una gasolinera. Un pasillo con baldosas  y un pie que golpea la silla. Con urgencias. El traqueteo de un golpe y una vocal muda. El reclamo a una poesía libre que sirva para llenar cazos de leche en esta sed de sueño también de ideologías. Colmar con pasos necesarios para abrigar al menos un colibrí. Y a millones de personas. Sirve de algo está retahíla de palabras que emulan un tiro. Y sólo son una traca bajo el agua. Resucitar a los que se fueron. Y leer, sí, leer para volar en pucheros de un mundo radial y fosforescente que reclama una identidad  que entienda que existe tanta diversidad, que las fronteras fueron un invento de los que dividen el animal para el sacrificio.