Catarsis

No envidio del pasado
la soledad del metal con la patología costumbre de conversar con las máquinas.
Hablar a electrodomésticos
sustituyendo el olor a Malboro,
el mordisco del labio, el cielo, la enfermedad
y el amor.
Por un redil de enseres
creyendo que el cosmos cabe
en
un
rectángulo.
He venerado a la lavadora
cuando decidí
que no tenía nada entre mis manos,
y mis párpados medían la distancia
entre saltar
o quedarme bajo el agua de la bañera.
La poesía de placenta,
estaba allí, cobijando a un cadáver
que sonreía a la pared.

Ahora escribo poemas de carne
y se hacen viejos con pústula.
De lo mucho que añoro en este exilio,
del músculo que se atrofia.
De la necesidad urgente
de salir a la avenida y abrazar a la abuela
y regar a las plantas y.
Qué inútil es darse cuenta demasiado tarde
de los errores que hasta un robot
puede cometer.
Incondicional me quedo con la verdad.
La madera, el virus y la mancha.
Sí, la de una vida de humanidad sostenible
mientras el sol desprovisto
acaba de incendiar mis ropas.

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