Sé que parezco un ciprés a tu vera, un árbol espeso con la sombra tan larga como un domingo laboral. Y que mi ímpetu asusta, nubarrones y tracas, a cualquier caballo sordo. En la cocina asientas la mirada con la réplica de las sillas para con tu humildad nogal decirme que mi voluntad corona el destino. Sé que convivir (con mis ocho tentáculos, los ojos de araña, el pasado de orquesta y el zumbido de mis estorninos) no es fácil. Para un hombre de raíz café y manos palmeras de nido, por arropar en su seno la vela rajada. Del barco que manejas y el peso del colibrí de la decisión mundana. Yo te admiro. Soy yo, la que te admira, y te venera. Porque sostienes mis sueños, y haces que el verde brote de mi esperanza. Me he convertido en un Centauro. En ti, y apropiada te cobijo. Árbol alto hasta el satélite 2467-Z. Pero no olvides Amor, de vaso, y hombro. Qué no hay árbol que resista sin la tierra, mina de pez. Tú, Amor, eres el espacio de una raíz que te pertenece...