Las falsas expectativas de la vida familiar
A veces uno del camino se va voluntariamente.
Demasiada zarza acordeón.
Y socavones que lastiman las rótulas.
Te quedas coja, como una pata sin pico.
Y prosigues esa especie de calvario
hacia fuentes sin agua y árboles
de frutos invisibles. En realidad,
estás rotando sobre el eje de tu cuerpo,
la columna ver te mal, de aplastar el reloj,
subir hacia abajo, y un saco extra
de improperios y muñecos sin ojos.
En el mareo peregrinas.
Pero, tú sigues feliz y contenta.
Porque quien ha nacido con la melancolía
en el infierno de las computadoras.
No distingue a la calabaza de la piedra.
Hasta que un día revientas contra el suelo.
E inmóvil eres un seco.
Un lánguido.
Un alambre.
Y voluntariamente aparcas tu corazón en batería.
Y sales de la trayectoria que tiene todas las calles tapiadas.
Abandonar la carcasa, explorar la quietud.
No creer más que lo malo nos beneficia.
Descansar.
De los que no se cansan de hacer daño.
Demasiada zarza acordeón.
Y socavones que lastiman las rótulas.
Te quedas coja, como una pata sin pico.
Y prosigues esa especie de calvario
hacia fuentes sin agua y árboles
de frutos invisibles. En realidad,
estás rotando sobre el eje de tu cuerpo,
la columna ver te mal, de aplastar el reloj,
subir hacia abajo, y un saco extra
de improperios y muñecos sin ojos.
En el mareo peregrinas.
Pero, tú sigues feliz y contenta.
Porque quien ha nacido con la melancolía
en el infierno de las computadoras.
No distingue a la calabaza de la piedra.
Hasta que un día revientas contra el suelo.
E inmóvil eres un seco.
Un lánguido.
Un alambre.
Y voluntariamente aparcas tu corazón en batería.
Y sales de la trayectoria que tiene todas las calles tapiadas.
Abandonar la carcasa, explorar la quietud.
No creer más que lo malo nos beneficia.
Descansar.
De los que no se cansan de hacer daño.
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