Té sin azúcar
A los bomberos les gusta la poesía.
Y al otorrinolaringólogo,
y a la secretaria de un ejecutivo
de Arizona.
A la psicología. Y al enterrador.
Al taxidermista. Y al circense.
A todo el mundo le gusta la poesía.
Los oficios, las cátedras,
las colas humanas de cualquier
foco que dispense algún cachivache,
sustento y divisa.
Aman la poesía.
Pero la poesía es experta
apagando fuegos, de oídas y sin sangre
cerrando cuentas y baúles
en el diván o en la pista.
El poema:
el único sin cobertura social.
Usado como eslogan.
Para ser de todos y el don de nadie.
Y al otorrinolaringólogo,
y a la secretaria de un ejecutivo
de Arizona.
A la psicología. Y al enterrador.
Al taxidermista. Y al circense.
A todo el mundo le gusta la poesía.
Los oficios, las cátedras,
las colas humanas de cualquier
foco que dispense algún cachivache,
sustento y divisa.
Aman la poesía.
Pero la poesía es experta
apagando fuegos, de oídas y sin sangre
cerrando cuentas y baúles
en el diván o en la pista.
El poema:
el único sin cobertura social.
Usado como eslogan.
Para ser de todos y el don de nadie.
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