La indeseable

Al pobre poeta, se le exige más.
No existe indulto para los comedores de sueños.
Deben explicar con claridad
sus nudos, para ser bebido el entendimiento igual que un vaso de agua.

Al pintor, que mancha con los codos
su lienzo. La jauría le aplaude
con los pliegues de su sexo motriz.
Pero, a nosotros, los farsantes,
los gandules del cieno,
debemos usar la coherencia de la palabra.

Tal vez con alcohol. O una psicopatía en ciernes.
Saturada poeta soy. De lombrices
de papel.
Qué si bragas húmedas.
Qué si pájaros de jaulas
Qué si muertos. Qué si nos da, mal de que,
en la cadencia, ritmo atrofia,
viejos verdes,
veto al buen hacedor de la letra.
Aquí reina el lamedor
y yo pertenezco a la escoria.

Ellos se fabrican su propio espejo.
Se inventan premios de harina.
Debemos contentar al oyente:

El cielo es azul.

O, por lo contrario ser genuinos,
sacudir la página.
Apretar los sesos.
Morder la mano.
Negar al elegido.
Asnos que aplauden al rebuzno.

No, no soy poeta.
Sólo una cometa que comete error y castigo.

No quiero pagar cuotas.
Ni vender mi alma al diario.
Satán debió ser poetiso.
Muerde la manzana.
Te he dicho qué muerdas la manzana.

Y empecé a escribir.

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