Farina
Ha abierto el mueble de la despensa.
Y allí boquiabierto un paquete de harina
se había contagiado de la plaga
de los bichos que nacieron
de su impoluta
inocencia
de motas, motas, de millones de motas.
Insectos horripilantes
que yacían por fuera, por dentro,
apabullados en la esquina del armario.
Eran muchos, un millón, o dos,
una marabunta
que dio paso a un asco contenido.
Cogí la aspiradora.
Y pude contemplar ese nauseabundo
espectáculo, que con estupor absorbía
la imagen.
De la podredumbre
que había infestado a la harina.
Una mentira basta
para corromper.
Hasta el agua más limpia.
Y allí boquiabierto un paquete de harina
se había contagiado de la plaga
de los bichos que nacieron
de su impoluta
inocencia
de motas, motas, de millones de motas.
Insectos horripilantes
que yacían por fuera, por dentro,
apabullados en la esquina del armario.
Eran muchos, un millón, o dos,
una marabunta
que dio paso a un asco contenido.
Cogí la aspiradora.
Y pude contemplar ese nauseabundo
espectáculo, que con estupor absorbía
la imagen.
De la podredumbre
que había infestado a la harina.
Una mentira basta
para corromper.
Hasta el agua más limpia.
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