Carta al tejo.

Querido amigo poeta:

Sabe usted de los farolillos
que prenden y alzan el vuelo,
sobre el agua. Así es mi alegría
el dicernir por sus correrías y desembarcos.

En este insano país, la locura discurre

por los tejados. Y ahora la política está
de moda, y la moda está pasada de.

Le echo a faltar. Como el pico del carpintero
a su árbol. A veces paso por lo que fue su casa o nave. Y de reojo revivo
la insolencia de qué me amó
más como amiga que a ninguna.
Los dos sufrimos la niñez aterradora.
Y padecemos cuadros de ansiedad
que ningún museo ostentaría.

Le deseo tanto la buena estrella.
Qué observando su júbilo,
creo firmemente que el perdón

es el tesoro más apreciado.

Con más cansancio que tinta.
Que las estrellas le den el cobijo necesario.
Que arda cuerpos.
Que halle el trozo de paz en tierra.
No sea obstinado, y escriba
en este tiempo un poema.
Que las plantas si no se riegan,
mueren.

Un abrazo, la amiga que habla sola.

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