Dona sangre.

La velocidad de la sangre en una catedral humana,
y las camillas con trapos verdes
que pretenden al buen samaritano.

Roja ilegal, por canales de Venecia
mordiendo moras,
en la galaxia de un interior de plástico y fauces.

Ellos dan el oro de la vida,
la donación de órganos como joyas de peatones
que rodean al cordón ciclista de la enfermedad.

La transfusión espera,
y el descubrimiento
de la dulzura más poética.

Algunos estudiantes ya han dado su nota,
otros devoran un bocadillo asidos a latas con azúcar.

Una chica foránea bajo la túnica
y un suero lleno de barro
fabrica ceniceros para hospitales.


¿Quién se atreve a decir que somos distintos?

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