El contador
En la ciudad de los almendros
que florecen antes de la hora,
el atolondrado de mujeres,
y varios enseres, abren la persiana
al día. Cuesta reconocer que ardan
niñas en los colegios, y que un rinoceronte
dentro de un zoo, fue la extirpación
de la maldad que compra sueños
en cafeteras, y heridas que nunca bajan
la barrera, en una vía de peatones
de rifas y carantoñas
cuando llega la primavera
y uno se entera con el atragantar
en la faringe de pétalos.
Y ruedas naranjas.
Cinturón para unos
olvido hacia mi persona.
que florecen antes de la hora,
el atolondrado de mujeres,
y varios enseres, abren la persiana
al día. Cuesta reconocer que ardan
niñas en los colegios, y que un rinoceronte
dentro de un zoo, fue la extirpación
de la maldad que compra sueños
en cafeteras, y heridas que nunca bajan
la barrera, en una vía de peatones
de rifas y carantoñas
cuando llega la primavera
y uno se entera con el atragantar
en la faringe de pétalos.
Y ruedas naranjas.
Cinturón para unos
olvido hacia mi persona.
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