LA NANA DE AZUCENA
Azucena amanece con la luna negra
de un café solo en su taza.
Hoy no está olorosa, no entiende nada.
La crisis en agosto de vacaciones
y la playa es una colonia de sombrillas
con bañadores obesos.
No comprende un mundo
donde el verdugo
quema bosques, geranios,
quema niños,
para salir en los medios.
Azucena pliega el periódico
y hace un barquito de sombras chinas
Ahora sin término,
se sumerge en la pila
para llegar hasta el desagüe.
Noticias que huelen a rancio,
acompañando a descansos dominicales
con ropa de marca.
Recuerdos de un diario en blanco y negro,
que se llamaba el ocaso de los dioses,
pues, no existía justicia divina
ante tanta sarna.
El crac estival
y como hormigas buscando la simiente
pero somos un pueblo
de cigarras y canciones.
Azucena ha llorado, no estudió arameo morboso.
El eclipse de la loza
vuelca mirando su futuro,
en el poso con cierta pasividad:
indistinguible lenguaje de los muertos.
Lluïsa Lladó.
de un café solo en su taza.
Hoy no está olorosa, no entiende nada.
La crisis en agosto de vacaciones
y la playa es una colonia de sombrillas
con bañadores obesos.
No comprende un mundo
donde el verdugo
quema bosques, geranios,
quema niños,
para salir en los medios.
Azucena pliega el periódico
y hace un barquito de sombras chinas
Ahora sin término,
se sumerge en la pila
para llegar hasta el desagüe.
Noticias que huelen a rancio,
acompañando a descansos dominicales
con ropa de marca.
Recuerdos de un diario en blanco y negro,
que se llamaba el ocaso de los dioses,
pues, no existía justicia divina
ante tanta sarna.
El crac estival
y como hormigas buscando la simiente
pero somos un pueblo
de cigarras y canciones.
Azucena ha llorado, no estudió arameo morboso.
El eclipse de la loza
vuelca mirando su futuro,
en el poso con cierta pasividad:
indistinguible lenguaje de los muertos.
Lluïsa Lladó.
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