Tránsfugas

Ahora que levantan los muros
que en un ayer se derribaron.
Y en las húmedas tierras berlinesas
perros olfatean los coches traseros
aparcados en doble fila. En un país
anheloso de Rusia, con divanes en lista de espera, con gente que pasea sus brazos
por la vía, brazos que ladran, a la luna,
a la barra, a las canciones malditas,
a los gatos, a la comida precocinada
de una agonía que busca el mejor modo para morir. Con la rareza como forma involuntaria
para desafiar al mundo. Ahora que arden los violines, que los libros se coleccionan
y los cisnes del Danubio purgan
su alas con éxtasis. Sé que te amo, a pesar de los cojos que menguan, y el olor de la olla
quemada en un salón en los Balcanes.
Y amarro tu voz a mi poema, porque
ninguno pertenecemos al club de la lucha.
Nuestro país es una cama.

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