Invasión de los que no se puede salir


Me quedo frente a la costa

observando el tira-buzó-n que el viento

desempeña sobre el agua.

Una caricia de filo de navaja

que arremolina toda vida posible

en su matriz.

Esta paz de cronómetro,

hay que aprovecharla como un saldo 

en una campaña comercial.

Respirar su absenta de sal y espejos

y llenar de algas todas las heridas.

Me gusta esta tierra, yuxtaposición de la mía,

con la deslealtad

del pirata que bebe en vasos de plástico

y su garfio sostiene la cortina

del que empeñó su galeón.

Tengo las manos llenas de granos de palabras.

El ojo ahínco contra esta ráfaga

con aquellos barcos que impolutos

fondean lumínicos en la bahía

sin el permiso necesario

de amar

en firme.

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