Burbuja

La lluvia, al fin al cabo, es azul,
azul para el periplo en que cada uno hemos sido expulsados
de esta muerte engarzada con los días
que como balas de un fusil de asalto, atraviesan lo  impenetrable.

Y en la fugacidad, el hoyo, de amedrentar al espíritu.
Quizás Manrique no entendiera más que de ríos plañideros,
y los de ayer ante la famélica inspiración atrincheraran
sus retaguardias de pájaros, de flores y de lepidópteros

Cómo reprochar a un lazarillo su función
de silla de ruedas. Si seguimos delatados en nuestra perspectiva.

La fibra óptica,
el plástico nauseabundo,
los contenedores en su grasa, las ratas
que suelen cortejar en horas intempestivas. El amor y el odio
en un damero sin coartadas.
En que es hora de lanzar botes de humo
con el calor que nos mata;
el agua que se vende en botellas, el aire lascivo,
la tierra con su radioactividad
y las malformaciones fetales.

Pues, sí, la lluvia es azul,
entre móviles y pantallas de esternón.
¿Qué sabía el poeta ciego
o el ciego poeta que no quería ver?
En mi caso: Nada.

Ll.Ll.


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