ADIÓS JOROBA GERANIO
Los estorninos viajando por la autopista del cielo
coronando mis raíces despintadas,
haciendo balance del desahucio
busco en la publicidad del Alcampo
una batería que cocine felicidad.
Es hora...
Amigo mío.
De dejar las anchoas al sol
para que sanen sus heridas.
Nuestros conocidos insisten sanamente
que uno viaje a la cordillera
y a mí me entierren en la costa de un atlas.
Ambos queremos ser incinerados,
pero vivir prendiéndonos fuego
es un suicidio a lo bonzo.
Me gustaba fingir que no sabía usar los electrodomésticos
pues así te hacia príncipe del reino.
Pero...
Muso mío.
Parecemos antorchas en celo,
no anhelo un hombre que solo ame mi poesía,
quiero que vende mi cuerpo
con gasas tejidas
con su lengua,
su boca
su sexo.
Mus o Poker.
Juegos tan distintos...
Y tuve una horrible visión
y me vi vestida de monja marrón con naftalina,
de esas que limpian el sagrario con gamuza
y planchan la sotana con agua de rosas.
Agachando la nuca
ante su presencia.
Besando el anillo de oro
esperando la bendición papal,
sí...
Te despedías tocando mi cabeza
después de la cena enésima,
detrás del cristal de tu coche
que nunca nos abandonó.
Adiós
ya no oficiaré la misa.
coronando mis raíces despintadas,
haciendo balance del desahucio
busco en la publicidad del Alcampo
una batería que cocine felicidad.
Es hora...
Amigo mío.
De dejar las anchoas al sol
para que sanen sus heridas.
Nuestros conocidos insisten sanamente
que uno viaje a la cordillera
y a mí me entierren en la costa de un atlas.
Ambos queremos ser incinerados,
pero vivir prendiéndonos fuego
es un suicidio a lo bonzo.
Me gustaba fingir que no sabía usar los electrodomésticos
pues así te hacia príncipe del reino.
Pero...
Muso mío.
Parecemos antorchas en celo,
no anhelo un hombre que solo ame mi poesía,
quiero que vende mi cuerpo
con gasas tejidas
con su lengua,
su boca
su sexo.
Mus o Poker.
Juegos tan distintos...
Y tuve una horrible visión
y me vi vestida de monja marrón con naftalina,
de esas que limpian el sagrario con gamuza
y planchan la sotana con agua de rosas.
Agachando la nuca
ante su presencia.
Besando el anillo de oro
esperando la bendición papal,
sí...
Te despedías tocando mi cabeza
después de la cena enésima,
detrás del cristal de tu coche
que nunca nos abandonó.
Adiós
ya no oficiaré la misa.
Comentarios
Publicar un comentario