Tu peor miedo.

Las manos enharinadas meciendo la masa,
emanan la paz, el arpa,
la solución líquida de las recetas.
Parece una buena mujer,
no aparenta ser de la estirpe asesina
de la que proceden sus ancestros.

Con la bata blanca, salpicado con agua
y la levadura, va componiendo
la forma de un pan circulatorio.

Nadie sospecharía,
de la presunción, ni del estrangulamiento
a la monotonía. Sosa diría
un pintor, la elegiría incluso más de ángel
de misa, que de heroína bélica. La mujer de tan buena tonta, que trabaja
en la cocina de luces fértiles.

No te fíes.
No presupongas su rol en el obrador.
Interroga su duda antes de que
la veracidad de la pupila sea arriera.

Ella, aguarda, con el veneno
la sucesión de los días en órbita.
Para matar a las moscas
atroces del abandono.

Sus manos, se lavaron cinco veces.
Y abrió la ventana
para que la brisa escupiera
el olor viril de las arrugas
de sus dedos, y el cuerpo
ensangrentado de la traición
con otro hombre.

Ella mece la masa.
Y nadie sabrá de su pecado.
Comerá el sustento.
Y mañana será otro día
para la culpa y fingir
que los veranos no existen
y todo estratégicamente lleva tapa
con fecha de caducidad.

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