Retrasar el encuentro.

Desnudo un cuerpo aguarda la madrugada
y viaja despacio con el momento
en que la cerradura se abre como aquel portón
del afluente que la lluvia
se permitió el lujo de lubrificar su tierra.

Le escucho entre el silencio de los pájaros,
mientras mis ojos fingen un sueño.

Mi otro yo, ha abierto la "tele"
y sin desprenderse de la ropa del trabajo, empieza a visionar
absurdos programas de productos
con propiedades mágicas.

El cuerpo se viste de pena.

Antes su llegada era un festejo,
los armarios giraban el rostro a los besos ruidosos
de la noche.

No se sabe muy bien, cuando ella fue el intercambio
de un canal en desuso
demasiado seco para ser luna.

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