El corazón late
No sé si existe la certeza
de una conexión entre nosotros.
(Ya sabéis que yo nunca fui diestra en el ritual
de los protocolos y las medidas disciplinarias).
Como el pollo asado con las manos.
Ando descalza por el piso.
Grito cuando duermen los pájaros.
Rompecabezas de emoción y gelatina,
cabizbajo me asomo a tu aposento
y solicito permiso para intercambiar unas palabras.
Yo reconozco la incorrección del gesto.
¡Qué sería, incluso, un escándalo!
Inevitable lo que mi corazón arde
cuando una extraña enredadera
unió mis pies a los tuyos.
Siempre, la familiaridad honró
nuestras cabezas y el laurel
ondeaba por nuestras vidas.
Pero, de repente, un rayo raquídeo
perforó mi abdomen
y supe que una maldita flecha
había abierto camino a una luz proscrita.
Pido perdón por mi osadía.
Tomaré los cubiertos para el alimento.
Calzaré mis zapatos sobre el asfalto.
Musitaré nanas entre las cunas de trigo.
Este amor renegado
que como una selva allana mi ánima
de habitación cuadrada.
Muda, yo me quedaré quieta
hasta la primavera en que el farol
de tu hacienda invite a los nombres
de las floraciones.
Dime si crees en el destino.
En la energía de los magos.
En los espíritus que nos arrastran
para calmar la herida del óxido.
Dime, si crees, porque yo noto una cuerda inquebrantable
hacía un precipicio.
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