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Mostrando entradas de mayo, 2017

Bolsas de agua para dormir.

Cuando voy a dormir me asesta un frío piedra que a pesar de la calima y de los vapores de la olla del mundo inicia una conjugación de huesos y herramientas en tiritonas. Entre los músculos se filtra una agua helada, la primera de la mañana antes de la vigilia del sueño. Mi madre dice qué si va a ser el azúcar... Temblando me cubro con prendas tupidas de bocas cerradas, ante la expectación del copiloto. Soy una montaña de fieltro, de ropa amalgamada, una niña vestida de oso. Tengo frío. Es irreparable. Y hasta dantesco. Mi madre dice que será el azúcar. Apuesto que es el miedo que va brotando sin palabras, aquel que con pesadumbre necesita callarse. Casi mortuorio. Casi enfermizo. Tiemblo. Hasta quedarme dormida. Ante el asombro de los que siempre tuvieron zapatos en su pie. No sé puede explicar porque no lleva verbo. Tengo un frío piedra. Y te hunde en el agua.

Poetris

La neurosis de las aves con la acrobacia golondrina como el esperma con alón compungido, en el destripamiento dragón que sacude las trazas del calor en ciudades con bloques de ventanas espías, de tonos de fachada revolucionando la estética. El verano que da permiso a los locos a pasear en los jardines su atrofia, su verdad metida en fuentes que como lacrimales chorrean sobre hierba, que siempre seca luce. La gente tanteando en el contenedor fracasos e ilusiones, cogiendo perchas, que a una hora estuvieron ahorcadas de los probadores que emanan, el sofoco sanguino del dragón con su hemorragia, de adolescentes haciendo cola con camisetas baratas, para ligar lo más caro, mirándonos los inodoros de puertas abiertas, y ese fluido abstracto de las calles sopesando la presión de las temperaturas, con el contraste de grandes superficies en hipotermia danzante. Y entre un ecosistema de radiales, de tranvías amanerados, de cacahuetes en la molleja de las palomas, diva...

Ninguna razón.

Cómo explicarte que de tu luz me gusta la sombra, los huecos amarillos, las ratoneras que conforman al alma, me gusta tu ruido contra la luna cuando como un pájaro herido has chocado, me gustas caries, zaino aunque se te parta el hueso de la fe, y la escayola muda oprima al camino, me gustas encendido y cauto, con las ranuras por sonrisa, cuando caes demonio como bengalas sobre mi cuerpo, en el atasco y en la cobertura fallida de todos los móviles, por la vuelta del cuello en el ganso que viste arroces, por el coloquio de los zumbidos en las azoteas de la ropa cotilla porque a pesar de las grietas de los dedos, y de la hinchazón de las piernas caída la jornada, me siento lo suficiente ligera porque eres todo lo que soñé una noche de urgencia clínica con las dedos trémulos y una mortecina rabia que me mató dos veces. Te quiero.

El espantamales

Si de la gota de la tinta sobre la página cae tu cuerpo, y las alondras pierden sus cabezas. Crea que del  pozo he hecho mi escuela y sé encaramarme a los muros más altos; no para recoger el fruto del peral, sino para sacar mi cabeza del lodo y del oxígeno: un bombeo de órgano maldito. En días de tapias, de escollos entre el espacio de las letras, de la coz en eco, de lo que hemos extraviado entre los bolsillos del calendario. Crea que de la soga he hecho mi escapulario y he sabido vencer la carraspera de la noche, tos a codo, bajo las costillas tapiz en el asfalto de una casa. Por eso entiendo su nostalgia, el trapo de retina,  que ahuyenta los buenos espíritus como los pesticidas sobre las cosechas. Amor de verso, de boca y ojos canicas, de llaves que ya no abrirán más puertas, entiendo el nudo, la astilla, el ciego de burla, la espumosa necesidad del silencio. Yo que soy primavera dentro de la caverna del hombre de tatuajes, de un amor que ha...

Descansocial

Los domingos amanecen mangos pero saben a lima. En el deambular por la acera observo la mediana de los balcones con absurdos de liana, con desplegadas, sedientas de los océanos como bazares que venden sus útiles a los fantasmas, a los viejos suicidas, a las arañas vasculares y nebulosas de semillas y artilugios para los pájaros con nidos de palo y tapones tras los cristales sucios por las nefastas y muchas ventanas vacías. Y en el trascurso, el neón se desvanece, la bicicleta pierde las ruedas, y percibes que del dolor han nacido las amapolas. Un punto negro te atrapa en la distancia, la distancia que existe sólo en la bruma en que miramos los áticos del barrio, con la intención de trepar a ellos convertidos en hiedra, los miserables recuerdos, los polizontes de domingos que a lima saben y amanecen mangos de no sé que herramienta.

Detalles

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Muchas gracias por tus palabras, Matilde Sanz Gil. Releyendo El bosque turquesa de Lluïsa  Lladó. Los poemarios están para releerlos tantas veces como necesidad y compatibilidad emocional en sus letras encuentres. Y observando me he dado cuenta de que se imprimió el día de mi cumpleaños!!!

Nieve en las manos

La luz, el ruido. Las linternas iluminan los vacíos del bosque en la pretensión de las luciérnagas, de los faros de autos que dilatan las dianas de los ojos. Pero, el pie se rebela, baja de su pico zapato y busca la llanura de la manoletina, mientras se aleja mi sombra y aparco en un cuadro de Hopper en una mesa beige con sillas sin transeúntes, pobladoras de un bar de cadena china. Este silencio sanador con el leve flujo de la horchata, y un sanador silencio, roto cojo con los pensamientos de peón femenino que huye de la luz, del ruido. Salir del bosque-jido , a pesar del jolgorio de los ruiseñores y de las caras felices de los infelices, costearme el pasillo, la rampa del barco, y la justa luz rompiendo este aire de zefiro que acalora los vaqueros de los adolescentes y una poeta noche que nieva y luego llora. Artificiosa. Bombillas móviles y el ladrido.

Porquestadística.

Porque eres nube en mis ojos, y el ojo la araña. Porque me traes río en el secano de la espera. Porque tienes un trozo de mi lengua. Porque tu sonrisa navega hasta el área de supervivencia. Porque eres paz de trigo, mata de licor de pera, y todos los utensilios para construir la Capilla Sixtina. Porque tu voz es la del pueblo. Porque lees y miras. Porque te amo, y eso me basta. Porque somos abrigos y mantas. Porque me quieres carmesí. Porque no existe el remedio. Porque la locura se adentra en mareas. Porque soy de cuarzo y de esperanza. Porque creo en la noche verde de tus ojos, ojos acicalados de telaraña y presa porque lo dice la gitana estoy sin saber por qué.

La brújula de los barcos.

No puedo evitar su galope hacia la entrada de la casa. Los miedos regresan siempre. Con trémulo, con bocina. Tapan los ojos, cerrando al aire la garganta. Pero, luego llega el Amor con su cabeza sobre la almohada de mi costillar. Y los caballos decapitados                                         caen con el pánico. Y los jinetes se truecan azalea. Con esta llave clavada en las tripas que vira al pasado, auxiliada por el hombre de cuerda, de violín hecho a navaja, del despertar a tanta fuga con el olor de Andalucía (tomillo, fango y limón) con la fobia  metida en el maletero de un coche librando de la condena mis manos sin dedos. Haciendo que los miedos duerman aunque sea una noche y a escondidas.