Bolsas de agua para dormir.
Cuando voy a dormir me asesta un frío piedra que a pesar de la calima y de los vapores de la olla del mundo inicia una conjugación de huesos y herramientas en tiritonas. Entre los músculos se filtra una agua helada, la primera de la mañana antes de la vigilia del sueño. Mi madre dice qué si va a ser el azúcar... Temblando me cubro con prendas tupidas de bocas cerradas, ante la expectación del copiloto. Soy una montaña de fieltro, de ropa amalgamada, una niña vestida de oso. Tengo frío. Es irreparable. Y hasta dantesco. Mi madre dice que será el azúcar. Apuesto que es el miedo que va brotando sin palabras, aquel que con pesadumbre necesita callarse. Casi mortuorio. Casi enfermizo. Tiemblo. Hasta quedarme dormida. Ante el asombro de los que siempre tuvieron zapatos en su pie. No sé puede explicar porque no lleva verbo. Tengo un frío piedra. Y te hunde en el agua.