Valoración de los hechos a conciencia.
De la aceituna ni el hueso. Tirando de los pétalos, desnudaste mi cuerpo y ni quisiste la profanación de mis calcetines. Eras llevabas con una rúbrica de anónimo velando los comentarios de mi blog, con preguntas osadas que pensé errónea que eran de mi buen amigo pato. Fueros años de vigilia, de estudio de minas, de mirar con lupa cada arritmia de mi cara; por eso tú sabías de que sabor eran mis almenas, qué fácil, hombre de libros, que seguías el rastro de cada piedra desmoronada de mi muro en mi vía crucis; me conocías antes de que yo lo hiciera. Y demostraste que un hombre no se mide por su envergadura. Fuiste el manjar de una noche donde abrí las caballerizas y dejé libre las yeguas para pernoctar en la montaña. Por qué cosiste en mi periferia las caricias más hermosas para que fuesen solo tinta de páginas. ¿Por qué? Si la poesía era la perla de la ostra, yo te la hubiese dado sin la esperanza del jugador que ansía el seis...