Ramillete

Preparé un ramillete
para depositar sobre el lecho azúcar
de mis muertos.
La música viraba y la vela con su envoltorio caramelo esperaba ansiosa la luz
en esa inutilidad de no amar lo tangible
y enaltecer a los ausentes.
Pero sabía que aunque cruzara muchas calles, un mar cortaba
la tierra donde yacen aquellos que de niña
fueron un alcázar, desaparecido
de arena. No podía tener más consuelo
que recordar la belleza cerrando los ojos
hasta que el temblor
atravesara como la radioterapia la atmósfera.
Y el camposanto tuviera la desfachatez
para honrar a mi árbol de variz;
de dejar crecer las malas hierbas
en un jardín de rosas.
Y ante la insolencia
una nube tuviera ganas de llover
a mares.

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