Siniestros

Hace días que aquel piso
de ojos abiertos sufrió un aparatoso incendio.
Con su boca llena de caries
y de sus habitantes que rondan la esquela
de sus recuerdos con la ausencia.
En el chaflán de una finca
como un agujero en medio de la comunidad
con sus bostezos fantasmagóricos
a una calle de jardines.
Me detengo unos segundos
y miro los restos que el humo cierran
al fuego callado.
No sé que ocurrió
ni la causa de que nadie pinte de azul
las paredes.
Sin apliques la luz del día
intercambia con la oscuridad un consenso.
Plásticos bolsos y cartón
por el viento matarife despedazado.
Ese piso peculiar.
Mirando desde su mina a la gente
que como yo observa su tragedia.
Intento meter las voces
y las fotos y las flores y la melamina
en este poema.
Dar agua a la imagen y
a la sequía de la llama
muerta.
Supongo que el amor de otros
visto por una incauta de la palabra
es un inmueble con un piso quemado.
El problema consiste en todo aquel héroe
que sustenta un infierno que ya no da calor.
De los que siguen aporreando
la puerta ficticia.
Cuando el carbón es lo único
que nos late con lástima de cachorro.
Y te quedas perpleja ante el asedio.

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