Ave cesárea

A veces cuando cruzo la puerta
y voy hacia el ascensor
como una rama de romero en una autopista. Mi espalda,
las posaderas, el crujir de la chancla
y un cabello que volátil se despeña
contra el piso.
Gritan que te aman.
Porque el amor se demuestra
en las retiradas del chasis. Para que el otro ser
de su vientre
tenga el árbol.
Sé que mis alas en una caja de cerillas
molestarían a cualquier Romeo.
Y que el ruido es mi vecina
y que con unos alicates voy pinzando
los pasillos de gotelé,
tu nariz navaja,
la casa niña de los libros.
Y convivir con una tragedia
no es fácil, pues, lloro a raudales
y mi familia cabe en una moneda.
Por eso y a veces.
Cuando la nieve cubre tu rostro
y habla el hombre muerto. Mi amor
de sapo que sólo sabe en inglés nombrar "candy" coge su Troya trolley con
sus cadáveres de fresa y la piel de lince
y vuelve a su cohete volador.
Porque te amo y no sé cómo demostrar
que mis pájaros de selva han crecido en ciprés
y han aprendido el respeto.
Aunque no lo creas.
Y mi motor parece un viejo Opel desahuciado.
A veces. Y ni te imaginas el sabor
del aceite en mis uñas.
Porque te amo. Aunque no te lo creas.
Y vaya con mis ratones a visitar ciudades.
Y un trozo de piel roce caucho con tu cuerpo.
A veces a través del poema.
Y la manera de remover los guisos.
Desde mi torre.
A dos calles.
A veces.

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