El palacio de cristal

Recuerdo una tarde gloriosa de toros
donde el poeta alabó hasta quedarse sin uñas
una obra clásica que perdurará
en un mundo que los árboles son violonchelos.
La verdad, supuraba de belleza cada estigma
y la comparsa que sostenía a la soledad física era una cuadrilla
de hojas.
De aquel acto de músicos
orquestando en medio del naufragio.
Rosas abiertas entre mi sexo
para sentir la vergüenza ajena
del que torea un gato y aplauden desde la grada:
la hipocresía, el prestidigitador y el alambique.
Salí a la calle, a lonchas como un fiambre envasado al vacío.
Precisaba sal, aire,
un trozo de servilleta para escupir aquel chicle.
Y pensé, dentro de mi gravitatoria pecera,
que yo busco entre los escombros
una hermosura que es la  de estar vivo.
La real.
La que se pudre.
la que se siente a pesar del cloroformo.
Quiero lamer la gota de sudor del camarero oriental
en mis versos de nadie,
que el cuponero de la O.N.C.E. se acomode con sus miembros.
La suciedad de las esquinas,
de las palomas deformes,
de la chica que pide en la puerta del súper,
de una idiosincrasia de óxido
en un mundo de carne y hueso.
Como la herida que sangra hasta quedarse ciega.



'El kimono rojo', una de las versiones sobre el mismo tema del pintor holandés George Hendrik Breitner
'El kimono rojo', del pintor holandés G. Hendrik Breitner.


( La modelo Geesje Kwak, una costurera aniñada y frágil que posó entre los 16 y los 18 años para el pintor y murió a los 22 de tuberculosis)

Comentarios

Entradas populares