Todas las mujeres explotadas del mundo son maquilas.

Existen debajo de las ciudades
ciudades de cloacas
donde en ellas las personas son números
de contadores de luz.
A veces las maquilas
exponen su cuerpo al agravio del placebo embotellado hacia mares subterráneos.
Para quién brinda con cava
del calcio del hueso obrero
y se compra vestidos
de lentejuelas con la sed
morada de la piel en desuso.
Siempre habrá princesas
que no saben que hay mujeres
que cuando tienen la regla
no tienen ni compresas.
Viven de sus fantasías.
Mientras otras blasfemamos
la incontinencia de la cadena de montaje
anudada al cuello.
Y no tenemos marido ni casa en Torremolinos.
Somos las víboras feas
de las que trabajan como granos de arroz
pisoteados por la idiotez
de los que compran
la vida por un reloj de marca.
Las diez.

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