Mensaje en la botella

Este vagón andante de la figura.
En las visitas
a transitorios.
Una ecualiaza la sagrada
y el embiste de aquellos fotogramas
que se reproducen cual flores
en nuestra corteza cerebral y naranja.
El vaso con un danzarín de hielo.
La arena sobrevolando las toallas con
eslogan.
La espina después de ser hambre.
Los niños del patio.
La presuridad del cuerpo cálido
bajo la ducha en la barca bañera.
La fruta en el árbol, sazón del pájaro.
El beso sobe de sudor.
La naftalina y el paracetamol
nadando en un estómago vacío.
El olor de lo inabarcable
en el sedimento líquido
manjar del batracio saltimbanqui.
Un cosmos irreal de necedades
en la fortaleza de la heroína
repitiendo la lujuria
de la palabra en la frase:
No estás sola.
Tus demonios delfines habitan en tu alcázar.
En piscinas quemaduras.
Las llamas son azules.
Y el agua es la que realmente arde en las inmediaciones.
El infierno con buques que perforan.
Pero tú: mitad pez, mitad poeta sobrevivirás.
Igual que lo has hecho tantos peces
en tu reino acuático.
Porque el deseo amniótico
persiste en la ameba.
Y no estás sola.
La fuerza del exiliado.
La lengua del proscrito.
El corazón de la roca.
Están en tu mar-
quetería.
Y ave-
llano.

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