Necesidad de oficio

Una cree que está en la opción
de cambiar las normas.
Cuando ogros engominados
salen del cuento. Y parecen
enanos dispuestos a perdonar
los agravios que ellos mismos
confeccionaron en la corteza de los árboles.

Una cree que el demonio sin cuernos
no es malo.
Y que los ángeles con alas vuelan
en ascensores de aluminio.
Pero nunca acabas de aprender
el estribillo de la burla
de que las plantas trepadoras
no cambian. Ellas se enredan
esperando la oportuna gota limón
del caos.
Te dejan tirada en calles lúgubres.
Te abandonan en rampas sin freno.
Te taladran caricias
y de gratis no hacen nada.
Ni siquiera el ridículo mordaz
de los cortos de la ira.
Qué perdonan lo inadmisible.
Y vuelven a la trampa
de las manzanas más deliciosas
de la tierra.

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